13 noviembre 2013

Oh, amor...

Oh, amor...

¡Lo odio!
¡Cuánto odio al amor!
Pero, ¡ay, Dios mío!
¡cuánto te amo!
Amor...
Sentimiento lleno de repugnancia,
¿cómo osa adueñarse de mi cuerpo,
de mi cabeza, de mi corazón?
Si sabe lo que me duele,
cómo me destroza,
¿para qué viene? Y lo peor
es que nunca se equivoca.
Y ya no doy para más,
el amor conlleva a la muerte.
Este pequeño corazón está muy roto
para que vuelva a arreglarse.
¡Es que no me cabe!
¡Es tanto sufrimiento!
¿Cómo un ser humano
puede llevar tanto adentro?
Es una batalla
donde todos van de la mano:
el olvido y la distancia;
la vida y la muerte;
el vacío y el dolor.
Y no.
No puedo soportarlo más.
A ciegas entrego todo,
ordenadamente y con pasión.
¿Y qué recibo a cambio?
Nada, sin compasión.
Pero tú, mi ángel...
¡Tú lo eres todo!
No puedo cerrarte las puertas;
no puedo dejar de verte;
no puedo negar tus besos;
no puedo evitar que tu amor
me inunde millones de veces.
Oh, amor...
¿Qué le hago? ¡Suspiro!
Y cuánto me queda, Señor.
No quiero ni imaginarlo.
Sólo pensar, me cierro
¡y no salgo!
Pero tú...
¡Oh, tú, bendito seas!
Da igual lo que me depares,
te amo, y ya está.
¿Qué importa lo que la gente piense?
Yo sólo te observo, te deseo.
Pero, ¡oh, el amor!
Cuánto lo odio...
Es el mayor veneno
que jamás ha visto mi corazón.

Y aún así, te amo...

Sí, te amo...


No hay comentarios:

Publicar un comentario